"Debes estar enferma"
Hace un tiempo, conocí a una chica que desde el principio me despertó ternura hacia ella. Había recuperado gran parte de su vida tras separarse, y gestionaba bastante bien una situación compleja en casa. Y sobre todo, con una sonrisa e ilusión que todo el mundo envidiaría.
Aparentemente, no parecía que fuera a tener tanta libertad y actividad, con una sexualidad tan sana como la que tenía, ya que en muchos aspectos aparentaba ser mucho más tradicional. Casi desde el principio sorprendió el contraste que mostraba entre la duda en la que se movía a la hora de hablar conmigo y las posibilidades de la relación, frente a la decisión y la soltura con la que luego fue capaz de desenvolverse. Sin embargo, cuando cogió confianza, supo disfrutar plenamente de su sexualidad, comunicarse y también eso me agradó bastante.
Así que lo que en un primer momento parecían nervios y dudas, y la posibilidad de salir corriendo en cualquier momento, todo acabó derivando a comodidad, complicidad y bastantes brotes de humor. Aunque los encuentros siempre eran iniciados por unos minutos de charla en las que descargaba conmigo el agotamiento que tenía por tener tantas responsabilidades y presiones.
Esta persona me sorprendió no solo por esta fuerza, sino porque el tipo de sexo del que disfrutaba. Unía por un lado cierta sumisión, aceptando ilusionada cualquier sugerencia y cambio, junto con un nivel de deseo que no en todas las chicas se observa. Fue la persona con la que más pude aprender del squirt, ya que era bastante espectacular y daba para su análisis pormenorizado (modo science ON). Además, ella se prestaba para explicarme lo que sentía, cómo lo alcanzaba y las experiencias que había tenido.
En este aspecto, y dado el elevado deseo sexual que mostraba, me comentó cómo su anterior pareja le había recriminado alguna vez que “siempre tuviera ganas”. Y lo que es peor, sugiriéndole que tener tanto deseo quizá fuera porque “estaba enferma”. Llegados a este punto, le hice reflexionar sobre en qué momento a una persona se le ocurre decirle a otra, con la que además en teoría tiene una relación sentimental, si tiene una enfermedad por tener un nivel de deseo sexual diferente al suyo propio. No sólo era una evidente falta de complementariedad que ni se esforzó por gestionar, sino que mostraba sin tapujos su egoísmo y falta de empatía atacando a la chica en este sentido. Ella sugirió que quizá era porque el chico consumía con bastante frecuencia.
De cualquier forma, le dije que nadie debía decirle nada sobre su deseo sexual. Le apetecía lo que por definición ella deseaba. Y punto. Alguien podría opinar sobre si le parecerá más o menos frecuente, pero nunca si un nivel alto o bajo está relacionado con una enfermedad. El nivel de deseo sexual de una persona sólo obedece a su propia intención, que por supuesto, puede ser variable. Y ninguna otra persona debe poder mandar sobre tu deseo ni sobre tu cuerpo.
Comentarios
Publicar un comentario