"... aaay... esta niña ... me lo hace pasar mal..."
Después de haber dejado de escribir durante una temporada (por diferentes motivos), he preferido retomar los relatos con una experiencia que tuve, relacionada con la sexualidad, pero en la que no hubo sexo. Y fue un momento en el que aprendí varias lecciones.
Por circunstancias, conocí a una chica con la que acabé en la cama de una forma un poco… “clandestina”, ya que en el mismo sitio había un grupo entero de personas y la discreción era necesaria. Hubo conexión e interés casi desde el primer momento, lo cual es bastante excitante y atractivo. Todo eran búsqueda de miradas y complicidad, y más aún cuando surgió el tema de dormir juntos. En un principio ese era el trato. Y durante un rato todo pareció apuntar en esa dirección. Pero como quien no quiere la cosa, las caricias dieron paso a los abrazos más profundos y a unos agarrones intencionados. Los dos cuerpos se buscaban y era obvio. Hasta que la ropa que llevábamos empezó a caer a ambos lados de la cama. Nos quedamos casi desnudos, rozando nuestra piel y buscándonos cada segundo como si nos hubiéramos perdido entre las sábanas. Es cierto que los dos habíamos bebido hasta minutos antes, sin embargo en ese momento no se apreciaba ningún signo de borrachera. Cuando avanzaba hacia lo que parecía que iba a suceder, con tacto para no incomodar, hubo un frenazo repentino por su parte. Ella me confesó que quería parar en ese momento y que si lo acababa haciendo se sentiría mal. A lo que yo paré al instante sin dudar. Para mí el que una chica mostrase el “STOP” siempre ha sido muy importante. Pero en esta ocasión se hizo especialmente patente, por verbalizarlo tal cual, por una diferencia de edad evidente que rondaba nuestras cabezas en todo momento, y por la posible sensación de incomodidad que yo pudiera crearle la situación.
Tras este momento, comenzamos a hablar con calma. Y me contó los motivos (que no tenían que ver conmigo) y reiteró su deseo de parar, a pesar de que se sentía cómoda conmigo. A lo que yo respondí que lo respetaba y que no pasaba nada. Cuando estábamos ya relajados y abrazados en la cama, ella me dijo una frase que es la que da pie a esta entrada: “… ay esta niña… que me hace sufrir…” como si fueran palabras que hubieran salido de mi boca o pasado por mi cabeza. En un primer momento no entendí nada, por lo que le pregunté y volvió a repetirla. Entonces comprendí que pretendía “suavizarme” el parón mostrando empatía, y haciéndome ver que entendía mi situación ante un frenazo tan drástico.
Le dije que para mí parar cuando todo apunta a que va a haber sexo, o incluso cuando ya lo hay, no me supone nada. Por encima de mi interés o de mi placer, está el bienestar de la otra persona. De no ser así… sería un acto de egocentrismo que no tiene lugar en una relación entre dos personas. Y de igual manera, le dije que me parecía triste que pensase que algo como esa frase podría rondar mi cabeza. Cuando lo único que pensaba era ella estuviera a gusto, y no incomodarla como para que no quisiera dormir conmigo (que es lo único que acabó pasando).
Desde entonces he reflexionado sobre cómo hay mujeres que piensa que parar o mostrar una negativa ante un hombre, puede derivar en un sentimiento de frustración. Y a su vez, que esa frustración puede derivar en un rechazo del hombre hacia la mujer. Me parece increíblemente triste que por culpa del supuesto “dolor de huevos” de los tíos, muchas mujeres hayan acabado haciendo algo que no deseaban. Por eso creo que en el sexo tiene que haber acuerdo por ambas partes. Y en caso de haberlo, debe haber la comunicación suficiente como para crear un ambiente cómodo en el que expresar si existe o no deseo, y el motivo. Y no acabar cediendo ante los tópicos o ante lo que se cree que la otra persona siente en ese momento. Ese puntito de “egoísmo” es necesario para que el bienestar de la propia persona esté por encima de todo lo demás. A pesar de que el sexo no deje de ser un acto de entrega (aunque para mucha gente no sea así).
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